viernes, 9 de enero de 2009

ALEXANDER RODCHENKO, "Estrellas", 1934


“Seguiré haciendo auténticas obras soviéticas”
Azucena Arteaga Medina/ José Félix Álvarez Izquierdo


Un firmamento plagado de estrellas; el cielo vestido de fe y esperanza, pero sobre todo de lucha. Es un cielo de todos: del campesino y del obrero, pero sobre todo del soldado. Las estrellas son todas iguales, cada una idéntica a su camarada, y cumplen su función dadas de la mano. Este cielo estrellado es el cosmos del universo ordenado, una sociedad armónica, la utopía de la sociedad comunista. Cada una de ellas y todas al mismo tiempo son la fuerza revolucionaria y resplandeciente que trae una nueva luz al mundo bajo el signo de la fraternidad y en nombre de la sociedad. Las estrellas están en el cielo para no olvidar nunca el dolor y la opresión, y lo más importante, para no desistir nunca en la lucha. La estrella garantiza el ataque a aquel que desee corromper este nuevo horizonte.

No existe el color, apenas una escala cromática de varios tonos de gris y no hay restos de palabra alguna. En este fotomontaje tampoco vemos la mezcla de figuras humanas con máquinas de la vida moderna, pues resulta que ni siquiera hay fotografías de objetos. No cabe sino aplaudir la capacidad de Rodchenko para adecuar la técnica del fotomontaje a una estética alternativa, que da la espalda a su propia producción y a la de otros artistas del fotomontaje del momento. Parece como si el artista se despojara aquí de su condición de ingeniero, en la cual se reafirmaba siempre que tenía ocasión, para no construir imágenes con aviones y otros artefactos, como solía hacer en sus collages. Rodchenko quiere desprenderse del maquinismo del que forma parte, al menos durante el lapso de tiempo que contiene este fotomontaje. El fotomontaje más purista echaría en falta el texto, unas cuantas letras que completen su sentido o a las cuales haya que ilustrar.

Esta obra de Rodchenko es una bofetada al fotomontaje de “agit–pro”. No es que la propaganda política no exista aquí, sino que, lejos de eso, la obra no es una mera exposición de imágenes exaltadoras mostradas sin escrúpulos sobre el papel. Desligándose de la obra de otros cartelistas de su entorno, como El Lissitski y Gustav Klucis, y de la suya propia, no encontramos un simple (y por otro lado siempre efectivo) repertorio de elementos propios del régimen y su industria, puestos a disposición del pueblo. Tampoco contiene los motivos específicamente de guerra comunes de la propaganda del momento, tales como las fábricas de material bélico, las filas de jóvenes y robustos soldados que caminan con alegría hacia el frente o las agresivas caricaturas de los líderes del capitalismo. A diferencia del cartel puramente propagandístico, este fotomontaje no es una prolongación de la imperante misión de alfabetización de la sociedad, ni tampoco de la tarea de educar al pueblo según los principios del sistema.

El destino de este fotomontaje es selecto, reservado a la decoración interior de un álbum de fotos que sólo contemplarían miembros del ejército. Allí residirían fotografías de las heroicas hazañas de los soldados. El propio álbum cuenta entonces con una idónea representación simbólica del Ejército Rojo, una especie de retrato colectivo geométrico. Es una imagen moderna, altamente intelectual y conceptual. Digamos que, por un momento, Rodchenko abandona su dimensión popular y se escinde de la cadena del maquinismo en el que se encuentra imbuido, para crear una imagen que sea fiel reflejo del espíritu de los defensores de la Madre Rusia. La estrella es el emblema del Ejército Rojo, expresión organizada de la primitiva fuerza bolchevique. Se busca expresar la esencia de la nueva sociedad y sus principios éticos y utópicos.

La idea de lo eterno es algo que atañe a la obra desde muchas perspectivas. En primer lugar, atendiendo a lo puramente visual, la imagen se escapa de sus márgenes, no cuenta con límites determinados y se extiende de forma infinita más allá de los bordes del papel. Da la impresión que el producto final es el resultado de la elección de una parte con respecto a un “todo”. No es desacertado pensar que esta idea de la eternidad viene a ser, de alguna manera, la representación del ciclo inacabable generado por el cumplimiento de las funciones individuales dentro de la sociedad socialista. Por otro lado, la propia extensión del territorio ruso parece evocar esta misma idea de eternidad del fotomontaje. Por último, lo eterno parece existir también en el legado que deja tras de sí la obra de Rodchenko. La obra destaca por su relevancia y completa actualidad, más allá de los límites temporales. Una vez conocido el símbolo, el espectador es capaz de reconocer el sentido de la obra independientemente de la época posterior que viva. Pero al eliminar cualquier referencia a la cultura material del momento, Rodchenko no limita la estética del fotomontaje, que es tan fresca en 1936 como en 2008.

La repetición del motivo no es sino una declaración de principios y a la vez una asimilación de responsabilidades: combatir el capitalismo, el fascismo y a cualquier enemigo de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Imbuido por esta mentalidad comunista, el fotógrafo apela a la sencillez y a la continuidad para reafirmar los principios del ejército. Estos símbolos poseen un carácter convencional y un significado inequívoco, ya que son creados y difundidos. Esta unión de forma-significado es un pilar básico de la vanguardia constructivista.

El constructivismo en este caso no es la recreación de un universo a base de objetos de diferente procedencia y naturaleza. Este universo está creado en base a la matemática y la medida: la ingeniería. Las estrellas son perfectas e iguales entre sí, por lo que el simbolismo de cada uno de los elementos del fotomontaje es el mismo, así que no se crea un significado común. Rodchenko deja de lado las composiciones en diagonal o concéntricas del fotomontaje constructivista, y dota a la obra de un equilibrio total, sin puntos de inflexión ni descansos visuales. Como rasgo común con respecto a sus retratos fotográficos, Rodchenko levanta la cámara al cielo, y al menos por una vez deja de lado las máquinas de la vida moderna. Este artista-ingeniero pone en práctica lo que había clamado en 1928: “Nosotros educados para ver lo habitual y lo ya instaurado debemos descubrir el mundo de lo visible. Debemos revolucionar nuestro pensamiento visual. Debemos quitarnos del ojo un velo llamado desde el ombligo”. Rodchenko da la espalda al maquinismo intrínseco de su personalidad y no muestra la industria del sistema, ni exaltaciones de las teorías de Lenin y Stalin, sino el ideal soviético en plena era socialista. Todavía en 1936 Rodchenko se reafirmaba sobre su ideología soviética. “He recorrido un camino creativo complejo, pero tenía claro quién era y qué quería. Estoy seguro de que seguiré haciendo auténticas obras soviéticas”

Ciertas referencias al futurismo no serían ajenas a la obra dado que la estrella es símbolo del ejército. Filipo Tommaso Marinetti publicaba el manifiesto futurista en Le figaro en 1909, siendo su punto 8 el siguiente: “No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerada una obra maestra”. ¿No es suficientemente agresiva una obra en la que sólo hay sitio para el símbolo del pueblo armado y preparado para el combate? La transgresión futurista, aunque ciertamente lejana en el tiempo en este punto de la vida de Rodchenko, no le era extraña, pues recordemos que en 1922 Rodchenko fue el responsable de ilustrar el poemario Sobre esto, del futurista ruso Vladimir Maiakovsky.

Constructivismo y futurismo no son las únicas tendencias artísticas con las que se codea aquí Rodchenko. Este cielo estrellado denota ciertos tintes de abstracción. De forma magistral, parte de un motivo geométrico-figurativo, la estrella de cinco puntos, para crear “nada” y al mismo tiempo representándolo “todo”, la unicidad del Ejército rojo tras una imagen confusa. No se trata de una visión del cielo ni la de un campo sembrado de estrellas, pero al mismo tiempo no es ninguna otra cosa.

Desde una perspectiva histórica, el arte de propaganda soviético no fue sólo un capítulo de esplendor en la historia política rusa, sino que afectó radicalmente a la cultura mundial del siglo XX y al desarrollo de las artes. Estas implicaciones artísticas del fotomontaje es lo que posibilita que hablemos de tendencias y términos artísticos tales como constructivismo, futurismo y abstracción a la hora de valorar la obra. No hace falta mencionar, por lo tanto, sus evidentes y difundidas proyecciones en el arte y el marketing.

Pero se da la paradoja de que esta arma utilizada por el régimen socialista será, de la misma forma, principal brazo armado del capitalismo. Lo que no sabía Rodchenko (o quizás sí) es que la estética publicitaria que desarrolló en este fotomontaje sería la misma que posteriormente emplearían las grandes potencias capitalistas y los peces gordos de la economía mundial. La aniquilación de todo pensamiento (que no sea el ideal comunista) y la concentración forzada en un motivo único, rasgos presentes en este fotomontaje, es el referente más directo con el que cuentan las agresivas campañas de marketing de nuestros días.

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